Bueno, ya comimos, ya bebimos (de qué manera Madre de Dios), ya les partimos Sumatra a las piñatas ( 20 piñatas, pa´ser precisos); ya lloramos, cantamos, reímos; ora viene lo mero bueno… levantar la mesa, lavar los trastes, levantar los pedazos de la maceta de Talavera, que alguien confundió con alguna piñata copetona, hacer corajes por las manchototas en el mantel de las nochebuenas, descubrir que alguien vino a devorar el resto del guajolote mientras todos dormíamos, etc.
Yo he de confesar, tuve que venir a mi santísimo hogar a recuperar unas cuántas horas de sueño (y la compostura también); la neta, llegué a muy temprana hora, las 4 de la mañana, y digo que era temprano porque la bacanal celebración terminó el dia 25… a las 9 de la mañana, así que no hay bronca. Cuando abro la puerta, lo único que alcanzo a hacer es dejar las llaves sobre mi mesa de centro, porque quedé como tapete de Temoaya, no me dió tiempo de llegar a mi camita y caí de bruces (y de madrazo) al suelo; el frío ni lo sentí porque llegó mi edredón con patas y se enroscó a mi alrededor.
Recibo una llamada en mi cel, y antes de cualquier otra cosa, me fijo en el número y doy gracias a todas las potencias celestiales que apagaron mis ya clásicas y conocidas fumarolas y no me dejaron soltar una de mis maldiciones, pues fue una llamada que me alegró el momento, y le quitó lo frío a la madrugada. Me levanto y busco algo de beber SIN ALCOHOL, POR EL AMOR DE DIOS, porque, contrario a lo que pueda parecer, no bebo; no soy abstemia total, pero a mí, los chocolates envinados ya me hacen terminar llorando, ora imagínense si agarro la jarra, me les muero en ese instante. Además, eso de andar por la vida oliendo a torunda de algodón de hospital (a puritito alcohol) no es lo mío.
Mis retoños se quedaron en casa de los abuelos, nada problemático, ya que ellos viven a 10 minutos de mi casa, no hay problema; el que la tuvo difícil fue el Santo Clós, llegó en el mero momento, y que lo apañamos, ya se quería ir el wey, pero que le quitamos las botas y que se las escondemos; «De aquí no sales wey», y que lo ponemos hasta las chanclas hasta que tuvo la nariz tan roja como el reno que va hasta delante de su trineo, bailó limbo rock y nos hizo striptease. El próximo año los juguetes los va a traer el Niño Dios porque la impresión fue demasiado dura para nosotros.
Lo de la levantada del tiradero no tuvo mayor bronca, pues con semejante batallón todo fue cosa de unas horitas más de desmadre sana convivencia; unos llevaban todo a la cocina, otros lavaban la loza (porque mi madre usar platos, vasos y cubiertos desechables… ¡¡¡ JAMÁS, NO SEÑOR !!!; por glamour y por ecología), aparte de que acabamos rete rápido, porque quién sabe qué pasó, pero a la cocina llegaron menos trastes de los que salieron; cuestión de metafísica o de las manos de estómago de mi primos Gino y Joe (no, no son «sensibles» o jotos, son hijos de padre italiano, por eso los nombres), que, desconocedores del poder catastrófico del mezcal, lo bebieron con una alegría tan despreocupada como si fuera Jarrito de limón, y luego se metamorfosearon en trompos de Apizaco, nomás andaban dando vueltas por toda la casa hasta que lograron bailar Zorba el Griego con el arbolote de mi mamá, tan milenario como el del tule de Oaxaca… gracias a ellos ahora hay nuevo pino en casa, y no saben los suplicios pa´conseguir uno, en pleno 25 de diciembre, y además, atiborrarlo de adornos, los que quedaron rescatables,claro.
Y para hacer menos agónica la labor de redecorar la plástica conífera, nos pusimos a cantar eso de «Ándale Juana, no te dilates… para arreglar todo lo que desmadrates, ándale Juana, sal del rincón… con la pistolita y con el silicón». No sé si mi madre sea terrenal o no, el caso es que ella tomó todo con tan buen humor y con tanta alegría, que hizo de este momento, que empezaba a ser bochornosísimo para mis italogabachos parientes, una razón más para desear fervientemente la próxima Navidad, con todo y mezcal, pero alejando a la parentela de los ornatos.
¡¡¡ Felicidades a todos, aunque sea a destiempo !!!
He dicho.